Es la segunda iglesia más grande de Sevilla, después de la Catedral.
Si visitas el patio de la iglesia del Salvador se pueden contemplar resquicios de la época romana y visigoda, ya que el edificio se alzó sobre la mezquita de Ibn Adabbas,
la cual fue conquistada por los cristianos, que permitieron su uso como
mezquita hasta el año 1340 en la que fue convertida en parroquia del Salvador.
Se le otorgó el carácter de colegiata para mantener el rango del segundo templo de la ciudad, pero en el siglo XIX la iglesia del Salvador
subastó todo su patrimonio económico por la desamortización que la
llevó a perder los fondos para el mantenimiento del templo y el propio
rango de colegiata, siendo una parroquia más de Sevilla.
La iglesia del Salvador, de estilo barroco, tiene tres portadas,
siendo la más alta la que da a la Plaza del Salvador. En esta fachada
podemos ver dos ángeles que sujetan un escudo con el Agnus Dei.
En la cripta de la iglesia del Salvador reposan los
cuerpos de don Carlos de Borbón y Borbón, sus hijos y su esposa doña
Luisa de Orléans, la nieta de Fernando VII y la abuela de Juan Carlos I.
RETABLO DEL ALTAR MAYOR
Iconográficamente el retablo trata el
episodio de la Transfiguración del Señor en el monte Tabor
Este colosal y espléndido retablo fue construido por Cayetano de Acosta
entre los años 1770 y 1779.
El retablo mide 21 metros de alto por 10,50 metros de ancho.
El cuerpo central del retablo, que aloja el sagrario y un manifestador con una bella
Inmaculada rodeada de columnas salomónicas, se corona con una potente
concha en la que se encuentra el Cristo. A un lado está Moisés, y al otro
Elías. A los pies del monte están sus discípulos más cercanos, San
Pedro, San Juan y Santiago el Menor, que se encuentran arrodillados
elevando su mirada. Sobre sus cabezas se eleva el monte Tabor y la nube
que, según el relato evangélico, los cubrió mientras acontecía el
suceso. Por encima de este elemento aparece el padre Eterno envuelto en
una capa roja, en medio de una explosión de rayos, extendiendo su mano
hacia el espectador. Los ángeles tienen gran protagonismo en este altar, ya que aparecen unos doce , organizados en cuatro grupos de tres y flanqueados estos por otros ángeles. Además,
también destacan doce querubines, que soportan las cuatro columnas
principales que ocupan los lados laterales de dicho retablo. También, en
sus extremos laterales aparecen dos ángeles lampareros (1771-1779)
flanqueando todo el conjunto del retablo. Podría considerarse en su
totalidad como el último gran retablo barroco en España, conocido
también como la última obra del arte del Barroco.
Altar de SANTA JUSTA Y RUFINA, con la Capilla de San Cristóbal a la derecha y de San Miguel a la izquierda.
De san Cristóbal poco se sabe históricamente; apenas que era un mártir
cristiano de Asia Menor al que ya se le rendía culto en el siglo V. La
leyenda es mucho más pintoresca: Cristóbal (en griego “el que lleva a
Cristo”) era un guerrero (hoy diríamos mercenario) de estatura colosal,
con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a
amos que no fueran dignos de él. Fue sirviendo a un rey tras otro,
pasándose siempre al bando vencedor, hasta que un día, estando a las
órdenes del aparente señor de la tierra, Cristóbal lo vio temblando
cuando le mencionaron al demonio. Cristóbal entonces decidió ponerse al
servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un
brujo que se lo presentara. Pero en el camino el brujo pasó junto a una
Cruz y, temblando, la evitó. Cristóbal le preguntó si temía a las
cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto
en la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le preguntó entonces si el demonio
temía también a Cristo, y el brujo le respondió que el diablo tiembla a
la sola mención de una Cruz donde murió el tal Jesucristo.
¿Quién podrá ser ese raro personaje tan poderoso aún después de morir?
Se lanza a los caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado
de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta
la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón del hombre
muerto en la cruz que aterroriza al Diablo.
Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a
quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil
criatura? A mitad del río, su peso se hace insoportable y sólo a costa
de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a
hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió.
Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba.
-¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero?
-Tienes razón-, le dijo el Niño.- Peso más que el mundo entero, pues soy
el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado.
Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A
cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí.
Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a
Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a
las órdenes del emperador Decio. Resistió a los halagos de Dagón para
que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina,
para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires.
Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según
Gualterio de Espira, la nación siria y el mismo Dagón se convirtieron a
Cristo.
Retablo de San Miguel.
La hornacina central está ocupada por una imagen del Árcangel San Miguel
de gran calidad artística, tallada en el siglo XVIII y de autor
desconocido. El Arcángel Miguel es considerado como el Jefe de los
Ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y cristiana
(Iglesias Católica, Ortodoxa, Copta y Anglicana). La Iglesia Católica lo
considera como patrono y protector de la Iglesia Universal y el primero
de los siete arcángeles, junto con Gabriel y Rafael. Supuestamente
tocará la trompeta el día del arrebatamiento y es el encargado de
frustrar a Lucifer o Satanás, enemigo principal de Miguel por ser el
arcángel de los ángeles caídos o del mal. Por eso, en el arte se le
representa como un ángel con armadura de general romano, amenazando con
una lanza o espada a un demonio o dragón. También suele ser representado
pesando las almas en la balanza, pues según la tradición, él tomaría
parte en el Juicio final.
Retablo de San Fernando y del Cristo de la Humildad y Paciencia.
CRISTO DEL AMOR
La advocación alude al mucho amor que tuvo Cristo, pues murió en la cruz
por redimir al mundo. El pelícano que está a sus pies simboliza la
muerte del Redentor, pues, según la tradición, cuando sus polluelos no
tienen qué comer, el ave se abre el pecho, y los alimenta con su sangre,
lo mismo que hizo Cristo en la Cruz.
A la izquierda podemos ver la imagen de Nuestra Señora del Socorro, que
es obra anónima sevillana del XIX, que se viene atribuyendo a Gabriel
Astorga. En el lado opuesto se encuentra la talla de Santiago el Mayor,
obra del XVII, de vestir, pero transformada en los siglos posteriores.
Retablo de LA BORRIQUITA.
En el centro del retablo se expone la imagen de Jesús en su entrada en
Jerusalén (la Borriquita), de especial veneración en Sevilla por ser la
primera que procesiona en Semana Santa y por la multitud de niños que
esperan su paso. Su realización está atribuida a un discípulo de Pedro
Roldán de primeros del siglo XVIII.
VIRGEN DE LAS AGUAS. Siglo XIII.
Está compuesto por dos hornacinas superpuestas. La baja, que conecta
visualmente con el camarín, aloja a la Virgen de las Aguas, con el fondo
de luz que proporciona la ventana abierta a la calle Villegas. La
hornacina alta es la visión mítica de la aparición de la Virgen a san
Fernando durante el asedio a Sevilla.
En la hornacina del banco se muestra un Niño Jesús, obra de Martínez
Montañés. En el cuerpo intermedio aparecen los santos Leandro e Isidoro,
tallados por Felipe de Castro. Más arriba vemos a san José y san Diego
de Alcalá.
El ático está formado por dos ángeles que presentan el escudo de la
monarquía española y como remate, otros seres celestiales sujetan el
emblema de la Colegiata: la bola del mundo con la cruz como símbolo de
la Fe. En los laterales del cuerpo central aparecen dos relieves que
representan la Anunciación y la Visitación.




El retablo de la Virgen de las Aguas, relieve que
representa la invención de esta venerada e histórica imagen ante el rey
Fernando III el Santo en el campamento de los sitiadores cristianos de
Ixbiliya en 1248, con una iconografía que deriva directamente de las
representaciones de la aparición de la Virgen de los Reyes al Santo Rey
para animarle ante la reconquista de la ciudad y que podría representar
la leyenda que explica la advocación de la Virgen, asegurando que
durante el cerco cristiano una gran sequía asolaba la ciudad, haciendo
peligrar las cosechas y el ganado. San Fernando imploró la mediación de
la Virgen, que se le apareció para asegurarle el fin de la sequía, por
lo que el rey mandaría hacer esta imagen.
Sin embargo, la presencia de un personaje con un
martillo en la mano parece hacer alusión a otra leyenda que narra cómo
el rey tuvo en sueños una aparición de la Virgen María con el Niño, por
lo que mandó a unos escultores que modelasen una imagen lo más parecida
posible a la que había contemplado en su visión, los cuales le
presentaron dos para que el monarca eligiera. Finalmente escogió la
Virgen de los Reyes, pero la otra era de tal belleza y perfección que
tuvo que exclamar: “estoy entre dos aguas”, lo que explicaría
ingenuamente el origen de esta advocación mariana, a la vez que le
confería el mismo valor histórico, artístico y devocional que poseía la
Virgen de los Reyes. Igualmente, el hecho de que la imagen mariana
aparezca en el relieve sobre una peana cuadrangular a modo de altar
reforzaría la hipótesis de que representa el momento de la presentación
de la imagen al rey y no una aparición de la Virgen, en cuyo caso ésta
se mostraría sobre nubes.




La composición del relieve presenta la imagen de la
Virgen en el centro, vestida a la usanza barroca y de cuya cabeza sale
una luz dorada, sosteniendo entre sus manos al Niño Jesús, quien porta
en su mano izquierda la bola del mundo, símbolo del Salvador, mientras
que con su derecha parece bendecir a los presentes. A su izquierda, San
Fernando dirige su mirada hacia la celestial Señora, abriendo sus brazos
en señal de asombro y devoción. El santo conquistador se representa
ataviado como un personaje del siglo XVII, época de su canonización, en
lugar de como un rey del siglo XIII, con armadura y cubierto con manto
de armiño.

Tras él, diversos personajes entre los que se
distingue un fraile se encuentran bajo una tienda de campaña adornada
con flores, que sitúa la escena en el campamento de los cristianos. A la
derecha de la imagen mariana aparecen otros cuatro personajes, algunos
de los cuales podrían tratarse de los escultores de la leyenda, tal y
como nos sugiere el más situado al extremo, un joven aprendiz que como
ya hemos señalado, porta un martillo. El fondo de la composición lo
ocupa una idealizada vista de la ciudad almohade, en la que distinguimos
la muralla y la representación de lo que pretende ser la mezquita mayor
con su alminar que, sin embargo, evoca más a la torre renacentista.
Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural (https://www.archisevilla.org/presentacion-de-la-virgen-de-las-aguas-a-san-fernando/)
SANTA ANA con la Virgen Niña de José Montes de Oca 1714. Las imágenes del cuerpo bajo corresponden a san Joaquín y san Antonio.

SALA MUSEO DEL SALVADOR y CRIPTA.
Traje del NIÑO JESÚS de la Virgen de LAS AGUAS.
Anónimo sevillano del s. XIX. Traje bordado en oro fino con la técnica de hojilla y zapatos realizado en filigrana de oro y diamantes.
https://www2.ual.es/ideimand/retablo-del-altar-mayor-iglesia-del-divino-salvador-sevilla/
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