viernes, 5 de abril de 2024

IGLESIA DEL SALVADOR, Sevilla. Sala Museo y CRIPTA.

Es la segunda iglesia más grande de Sevilla, después de la Catedral.

 
 
     
Si visitas el patio de la iglesia del Salvador se pueden contemplar resquicios de la época romana y visigoda, ya que el edificio se alzó sobre la mezquita de Ibn Adabbas, la cual fue conquistada por los cristianos, que permitieron su uso como mezquita hasta el año 1340 en la que fue convertida en parroquia del Salvador.
 

 Se le otorgó el carácter de colegiata para mantener el rango del segundo templo de la ciudad, pero en el siglo XIX la iglesia del Salvador subastó todo su patrimonio económico por la desamortización que la llevó a perder los fondos para el mantenimiento del templo y el propio rango de colegiata, siendo una parroquia más de Sevilla.
La iglesia del Salvador, de estilo barroco, tiene tres portadas, siendo la más alta la que da a la Plaza del Salvador. En esta fachada podemos ver dos ángeles que sujetan un escudo con el Agnus Dei.
 En la cripta de la iglesia del Salvador reposan los cuerpos de don Carlos de Borbón y Borbón, sus hijos y su esposa doña Luisa de Orléans, la nieta de Fernando VII y la abuela de Juan Carlos I.
 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
RETABLO DEL ALTAR MAYOR 
Iconográficamente el retablo trata el episodio de la Transfiguración del Señor en el monte Tabor
 
Este colosal y espléndido retablo fue construido por Cayetano de Acosta entre los años 1770 y 1779. El retablo mide 21 metros de alto por 10,50 metros de ancho.
 
 
El cuerpo central del retablo, que aloja el sagrario y un manifestador con una bella Inmaculada rodeada de columnas salomónicas, se corona con una potente concha en la que se encuentra el Cristo. A un lado está Moisés, y al otro Elías. A los pies del monte están sus discípulos más cercanos, San Pedro, San Juan y Santiago el Menor, que se encuentran arrodillados elevando su mirada. Sobre sus cabezas se eleva el monte Tabor y la nube que, según el relato evangélico, los cubrió mientras acontecía el suceso. Por encima de este elemento aparece el padre Eterno  envuelto en una capa roja, en medio de una explosión de rayos, extendiendo su mano hacia el espectador. Los ángeles tienen gran protagonismo en este altar, ya que aparecen unos doce , organizados en cuatro grupos de tres y flanqueados estos por otros ángeles. Además, también destacan doce querubines, que soportan las cuatro columnas principales que ocupan los lados laterales de dicho retablo. También, en sus extremos laterales aparecen dos ángeles lampareros (1771-1779) flanqueando todo el conjunto del retablo. Podría considerarse en su totalidad como el último gran retablo barroco en España, conocido también como la última obra del arte del Barroco.






 

 

Bóveda

La pintura mural de la bóveda que corona el Altar Mayor está pintada por Juan de Espinal entorno a 1775. Representa la gloria celestial presidida por el Espíritu Santo. Esta pintura viene a ser una continuación del tema principal del retablo, es decir, la apoteosis divina, dando unidad iconográfica a todo este espacio.

 Uno de los rasgos principales de esta pintura mural, es el ilusionismo que crea ante el espectador ya que la composición es tan realista que parece que los mismos ángeles están revoloteando por la bóveda. En el centro aparece el Espíritu Santo, representado por una paloma, rodeado de una multitud de ángeles mancebos y niños, algunos de ellos apoyados en la balaustrada y otros revoloteando entre nubes.
 

 
 
 
Altar de SANTA JUSTA Y RUFINA, con la Capilla de San Cristóbal a la derecha y de San Miguel a la izquierda.


   

 

 

 

 

 

 

De san Cristóbal poco se sabe históricamente; apenas que era un mártir cristiano de Asia Menor al que ya se le rendía culto en el siglo V. La leyenda es mucho más pintoresca: Cristóbal (en griego “el que lleva a Cristo”) era un guerrero (hoy diríamos mercenario) de estatura colosal, con gran fuerza física, y tan orgulloso que no se conformaba con servir a amos que no fueran dignos de él. Fue sirviendo a un rey tras otro, pasándose siempre al bando vencedor, hasta que un día, estando a las órdenes del aparente señor de la tierra, Cristóbal lo vio temblando cuando le mencionaron al demonio. Cristóbal entonces decidió ponerse al servicio del diablo, verdadero príncipe de este mundo, y buscó a un brujo que se lo presentara. Pero en el camino el brujo pasó junto a una Cruz y, temblando, la evitó. Cristóbal le preguntó si temía a las cruces, contestándole el brujo que no, que le temía a quién había muerto en la Cruz, Jesucristo. Cristóbal le preguntó entonces si el demonio temía también a Cristo, y el brujo le respondió que el diablo tiembla a la sola mención de una Cruz donde murió el tal Jesucristo. 


¿Quién podrá ser ese raro personaje tan poderoso aún después de morir? Se lanza a los caminos en su busca y termina por apostarse junto al vado de un río por donde pasan incontables viajeros a los que él lleva hasta la otra orilla a cambio de unas monedas. Nadie le da razón del hombre muerto en la cruz que aterroriza al Diablo. 

Hasta que un día cruza la corriente cargado con un insignificante niño a quien no se molesta en preguntar; ¿qué va a saber aquella frágil criatura? A mitad del río, su peso se hace insoportable y sólo a costa de enormes esfuerzos consigue llegar a la orilla: Cristóbal llevaba a hombros más que el universo entero, al mismo Dios que lo creó y redimió. Por fin había encontrado a Aquél a quien buscaba. 

-¿Quién eres, niño, que me pesabas tanto que parecía que transportaba el mundo entero? 

-Tienes razón-, le dijo el Niño.- Peso más que el mundo entero, pues soy el creador del mundo. Yo soy Cristo. Me buscabas y me has encontrado. Desde ahora te llamarás Cristóforo, Cristóbal, el portador de Cristo. A cualquiera que ayudes a pasar el río, me ayudas a mí. 

Cristóbal fue bautizado en Antioquía. Se dirigió sin demora a predicar a Licia y a Samos. Allí fue encarcelado por el rey Dagón, que estaba a las órdenes del emperador Decio. Resistió a los halagos de Dagón para que se retractara. Dagón le envió dos cortesanas, Niceta y Aquilina, para seducirlo. Pero fueron ganadas por Cristóbal y murieron mártires. Después de varios intentos de tortura, ordenó degollarlo. Según Gualterio de Espira, la nación siria y el mismo Dagón se convirtieron a Cristo. 
 
 
Retablo de San Miguel.
La hornacina central está ocupada por una imagen del Árcangel San Miguel de gran calidad artística, tallada en el siglo XVIII y de autor desconocido. El Arcángel Miguel es considerado como el Jefe de los Ejércitos de Dios en las religiones judía, islámica y cristiana (Iglesias Católica, Ortodoxa, Copta y Anglicana). La Iglesia Católica lo considera como patrono y protector de la Iglesia Universal y el primero de los siete arcángeles, junto con Gabriel y Rafael. Supuestamente tocará la trompeta el día del arrebatamiento y es el encargado de frustrar a Lucifer o Satanás, enemigo principal de Miguel por ser el arcángel de los ángeles caídos o del mal. Por eso, en el arte se le representa como un ángel con armadura de general romano, amenazando con una lanza o espada a un demonio o dragón. También suele ser representado pesando las almas en la balanza, pues según la tradición, él tomaría parte en el Juicio final.
 
 
Retablo de San Fernando y del Cristo de la Humildad y Paciencia.

 
CRISTO DEL AMOR
La advocación alude al mucho amor que tuvo Cristo, pues murió en la cruz por redimir al mundo. El pelícano que está a sus pies simboliza la muerte del Redentor, pues, según la tradición, cuando sus polluelos no tienen qué comer, el ave se abre el pecho, y los alimenta con su sangre, lo mismo que hizo Cristo en la Cruz.
A la izquierda podemos ver la imagen de Nuestra Señora del Socorro, que es obra anónima sevillana del XIX, que se viene atribuyendo a Gabriel Astorga. En el lado opuesto se encuentra la talla de Santiago el Mayor, obra del XVII, de vestir, pero transformada en los siglos posteriores.
 



Retablo de LA BORRIQUITA.
  En el centro del retablo se expone la imagen de Jesús en su entrada en Jerusalén (la Borriquita), de especial veneración en Sevilla por ser la primera que procesiona en Semana Santa y por la multitud de niños que esperan su paso. Su realización está atribuida a un discípulo de Pedro Roldán de primeros del siglo XVIII.
 

 
 
VIRGEN DE LAS AGUAS. Siglo XIII.
Está compuesto por dos hornacinas superpuestas. La baja, que conecta visualmente con el camarín, aloja a la Virgen de las Aguas, con el fondo de luz que proporciona la ventana abierta a la calle Villegas. La hornacina alta es la visión mítica de la aparición de la Virgen a san Fernando durante el asedio a Sevilla. 
En la hornacina del banco se muestra un Niño Jesús, obra de Martínez Montañés. En el cuerpo intermedio aparecen los santos Leandro e Isidoro, tallados por Felipe de Castro. Más arriba vemos a san José y san Diego de Alcalá. 

El ático está formado por dos ángeles que presentan el escudo de la monarquía española y como remate, otros seres celestiales sujetan el emblema de la Colegiata: la bola del mundo con la cruz como símbolo de la Fe. En los laterales del cuerpo central aparecen dos relieves que representan la Anunciación y la Visitación.
 






 

El retablo de la Virgen de las Aguas, relieve que representa la invención de esta venerada e histórica imagen ante el rey Fernando III el Santo en el campamento de los sitiadores cristianos de Ixbiliya en 1248, con una iconografía que deriva directamente de las representaciones de la aparición de la Virgen de los Reyes al Santo Rey para animarle ante la reconquista de la ciudad y que podría representar la leyenda que explica la advocación de la Virgen, asegurando que durante el cerco cristiano una gran sequía asolaba la ciudad, haciendo peligrar las cosechas y el ganado. San Fernando imploró la mediación de la Virgen, que se le apareció para asegurarle el fin de la sequía, por lo que el rey mandaría hacer esta imagen.

Sin embargo, la presencia de un personaje con un martillo en la mano parece hacer alusión a otra leyenda que narra cómo el rey tuvo en sueños una aparición de la Virgen María con el Niño, por lo que mandó a unos escultores que modelasen una imagen lo más parecida posible a la que había contemplado en su visión, los cuales le presentaron dos para que el monarca eligiera. Finalmente escogió la Virgen de los Reyes, pero la otra era de tal belleza y perfección que tuvo que exclamar: “estoy entre dos aguas”, lo que explicaría ingenuamente el origen de esta advocación mariana, a la vez que le confería el mismo valor histórico, artístico y devocional que poseía la Virgen de los Reyes. Igualmente, el hecho de que la imagen mariana aparezca en el relieve sobre una peana cuadrangular a modo de altar reforzaría la hipótesis de que representa el momento de la presentación de la imagen al rey y no una aparición de la Virgen, en cuyo caso ésta se mostraría sobre nubes.

 

La composición del relieve presenta la imagen de la Virgen en el centro, vestida a la usanza barroca y de cuya cabeza sale una luz dorada, sosteniendo entre sus manos al Niño Jesús, quien porta en su mano izquierda la bola del mundo, símbolo del Salvador, mientras que con su derecha parece bendecir a los presentes. A su izquierda, San Fernando dirige su mirada hacia la celestial Señora, abriendo sus brazos en señal de asombro y devoción. El santo conquistador se representa ataviado como un personaje del siglo XVII, época de su canonización, en lugar de como un rey del siglo XIII, con armadura y cubierto con manto de armiño.

 

Tras él, diversos personajes entre los que se distingue un fraile se encuentran bajo una tienda de campaña adornada con flores, que sitúa la escena en el campamento de los cristianos. A la derecha de la imagen mariana aparecen otros cuatro personajes, algunos de los cuales podrían tratarse de los escultores de la leyenda, tal y como nos sugiere el más situado al extremo, un joven aprendiz que como ya hemos señalado, porta un martillo. El fondo de la composición lo ocupa una idealizada vista de la ciudad almohade, en la que distinguimos la muralla y la representación de lo que pretende ser la mezquita mayor con su alminar que, sin embargo, evoca más a la torre renacentista.


Antonio Rodríguez Babío, delegado diocesano de Patrimonio Cultural (https://www.archisevilla.org/presentacion-de-la-virgen-de-las-aguas-a-san-fernando/)

 

 

SANTA ANA con la Virgen Niña de José Montes de Oca 1714. Las imágenes del cuerpo bajo corresponden a san Joaquín y san Antonio. 



SALA MUSEO DEL SALVADOR y CRIPTA.


Traje del NIÑO JESÚS de la Virgen de LAS AGUAS.

Anónimo sevillano del s. XIX. Traje bordado en oro fino con la técnica de hojilla y zapatos realizado en filigrana de oro y diamantes.





 
 https://www2.ual.es/ideimand/retablo-del-altar-mayor-iglesia-del-divino-salvador-sevilla/



TODAS LAS FOTOS SON PROPIEDAD DE VIAJANDOJUNTOS31

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